La temporada de huracanes del Atlántico comenzó oficialmente el 1 de junio con proyecciones por encima del promedio histórico, en un contexto de calentamiento oceánico y recortes presupuestarios a agencias clave para la gestión de emergencias en Estados Unidos.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), se prevé la formación de entre 13 y 19 tormentas con nombre —aquellas con vientos sostenidos superiores a los 62 kilómetros por hora—, así como entre seis y diez huracanes, de los cuales entre tres y cinco podrían alcanzar categoría mayor (niveles tres, cuatro o cinco en la escala Saffir-Simpson).
Gladys Rubio, meteoróloga del Centro Nacional de Huracanes (NHC), advirtió que se espera una temporada más activa de lo normal, como se ha venido observando en los últimos años. Agregó que es fundamental que las personas que habitan zonas vulnerables se preparen con anticipación. “Cada año tenemos un poco más de ciclones tropicales, y lo importante es prepararse. Todas las personas que viven, por ejemplo, en Florida, en la costa del Golfo de México, en el mar Caribe, en México, saben que son propensas a un sistema tropical. Así que comienza la temporada ciclónica: hay que prepararse”, recalcó.
Este aumento en la actividad ciclónica responde, según los expertos, al calentamiento anómalo de las aguas del Atlántico, a una fase neutral del fenómeno de El Niño y a la posibilidad de un monzón africano más activo, lo que favorece la formación de ondas tropicales que pueden evolucionar en sistemas más peligrosos.
La lista de nombres asignados para la temporada incluye: Andrés, Barry, Chantal, Dexter, Erin, Fernand, Gabrielle, Humberto, Imelda, Jerry, Karen, Lorenzo, Melissa, Nestor, Olga, Pablo, Rebeka, Sebastien, Tanya, Van y Wendy.
La temporada 2024 ya había sido más activa de lo habitual, con 18 tormentas con nombre y 11 huracanes, cinco de los cuales impactaron territorio estadounidense. Helene fue el más devastador, causando más de 200 muertes en estados del sur como Georgia, Florida y Carolina del Norte.
Michael Brennan, director del NHC, subrayó que los riesgos son constantes, independientemente del pronóstico anual. “La actividad ha sido muy intensa en los últimos 30 años”, dijo. “No importa realmente lo que diga el pronóstico de la temporada, pues hay riesgos de impacto cada año”. Además, advirtió sobre el aumento de la vulnerabilidad debido al crecimiento poblacional en zonas costeras.
El inicio de la temporada coincide con una fuerte controversia política en Estados Unidos, luego de que se aprobara, hace 10 días, el plan presupuestario del presidente Donald Trump, que incluye un recorte del 30 % para la NOAA y una reducción de 646 millones de dólares al presupuesto de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
Si bien los portavoces de NOAA y del NHC han asegurado que sus operaciones no se verán afectadas y que cuentan con personal completo, un documento interno filtrado reveló que FEMA no está plenamente preparada para responder a una temporada ciclónica intensa bajo las condiciones actuales.
En respuesta, legisladores del Partido Demócrata impulsan una enmienda para revertir los recortes. “Cortar fondos para el pronóstico del clima no hace al gobierno más eficiente; solo hace más inseguros a los estadounidenses”, afirmó el congresista floridano Jared Moskowitz, impulsor de la propuesta.
En este escenario, la comunidad y las autoridades locales reiteran que, más allá de los recursos disponibles, la preparación ciudadana será clave para reducir los impactos humanos y materiales ante una temporada que se anticipa más intensa y prolongada que en años anteriores.