A un año de las elecciones presidenciales en Colombia, el panorama político luce más incierto que nunca. Sin una figura dominante y con los principales referentes del pasado fuera de la contienda, el país enfrenta una campaña marcada por la fragmentación, la polarización y el desencanto ciudadano.
El presidente Gustavo Petro, quien dejará el poder en agosto de 2026, enfrenta un desgaste notable tras un mandato lleno de tensiones políticas, pugnas internas y reformas inconclusas. A ello se suma la reciente condena de Álvaro Uribe, expresidente y líder del Centro Democrático, quien fue sentenciado a 12 años de prisión por fraude procesal y soborno. Ambos, aunque excluidos de la contienda, siguen marcando la agenda política.
Según el politólogo Enrique Serrano, la próxima elección se desarrollará en un escenario “atípico”, sin candidatos con fuerza suficiente y con partidos tradicionales —como el Liberal, el Conservador y Cambio Radical— gravemente debilitados. En su lugar, han surgido figuras inesperadas, como la periodista Vicky Dávila y el abogado Abelardo de la Espriella, que podrían conectar con un electorado hastiado de la política tradicional.
Además, encuestas recientes revelan una pérdida significativa de apoyo al oficialismo, especialmente entre los jóvenes, un grupo clave en la victoria de Petro en 2022. El discurso progresista parece haber cedido terreno a nuevas corrientes conservadoras que exigen orden, seguridad y eficiencia en el uso de los recursos públicos.
Para Serrano, la debilidad de los partidos y la ausencia de liderazgos claros hacen probable que un candidato independiente o ‘outsider’ termine imponiéndose en 2026. La primera vuelta presidencial está programada para el 31 de mayo, y si ningún aspirante alcanza la mayoría, habrá balotaje el 21 de junio.
Con un país polarizado, una institucionalidad en crisis y una ciudadanía exigente, la carrera electoral en Colombia se perfila como una de las más impredecibles de su historia reciente. (Swissinfo)