Este fin de semana, Honduras vivirá una intensa jornada política marcada por las convenciones del Partido Liberal y el Partido Nacional, dos fuerzas históricas que buscan redefinir su rol en un escenario electoral profundamente cambiante. Aunque en la actualidad ambas se encuentran en la oposición, su historia y estructuras aún pesan en la vida política nacional.
El Partido Nacional realizó su convención bajo el lema “Dios, Patria y Libertad” en Tegucigalpa, donde proclama oficialmente a Nasry “Tito” Asfura como su candidato presidencial. La cita es presentada como un acto de reconciliación interna y relanzamiento partidario, tras la derrota de 2021 y años de desgaste institucional. Sin embargo, analistas señalan que Asfura, a pesar de su experiencia y reconocimiento, ha adoptado un perfil bajo que despierta dudas sobre su capacidad de conectar con el votante independiente. Las conversaciones privadas con figuras como Ana García de Hernández han sido interpretadas como señales de unidad, aunque aún sin manifestaciones públicas contundentes.
Por su parte, el Partido Liberal celebrará su convención este domingo en San Pedro Sula. La cita contará con la participación de Salvador Nasralla como candidato presidencial, en un intento por dinamizar la estructura partidaria con una figura conocida por su estilo frontal y su presencia mediática. En paralelo, el traspaso del liderazgo del Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal (CCEPL) a Roberto Contreras marca una nueva etapa, aunque no exenta de tensiones internas. Las diferencias con Allan Ramos por la conducción del órgano político han dejado grietas que, según los promotores del evento, ya han sido superadas.
Nasralla ha instado a los liberales a revivir la llama del cambio y abrazar los ideales morazanistas. Sin embargo, dentro del partido persiste la percepción de que su liderazgo no está plenamente arraigado en la tradición liberal. A pesar de ello, el respaldo público de los excandidatos que compitieron en las primarias ha sido una señal positiva para la cohesión interna del liberalismo.
Ambos partidos enfrentan el enorme desafío de reconectar con un electorado indiferente. Las elecciones primarias de marzo dejaron un dato preocupante, ya que la mitad de los hondureños habilitados para votar no acudió a las urnas. Esto refleja una ciudadanía desencantada, que observa con escepticismo los movimientos de la clase política tradicional.
Las convenciones nacionalista y liberal, más allá de sus símbolos y discursos, son vistas como un intento de reposicionamiento frente a un panorama dominado por el oficialismo de Libertad y Refundación (Libre), partido que postula a Rixi Moncada como su candidata presidencial. Si bien la administración actual enfrenta críticas por temas como salud, empleo y educación, su maquinaria política sigue activa y en control.
En este contexto, los analistas coinciden: la oportunidad para la oposición existe, pero capitalizarla dependerá de su capacidad de ofrecer propuestas concretas y liderazgo creíble. Las próximas semanas serán clave, no solo por las repercusiones inmediatas de estas convenciones, sino también porque el Consejo Nacional Electoral (CNE) se prepara para oficializar el proceso rumbo a las elecciones generales del 30 de noviembre de 2025.
Si liberales y nacionalistas no logran convencer a los millones de votantes indecisos o ausentes, sus esfuerzos podrían quedar en un intento más por revivir glorias pasadas, sin impacto real en el futuro inmediato del país.