Por Edgardo Mejía
Durante la segunda semana de junio, Centroamérica fue escenario de movimientos políticos significativos. La Unión Europea reafirma su compromiso de seguir respaldando los procesos electorales en el país. Así lo expresó Cristina Marín, jefa de cooperación europea en Tegucigalpa, quien afirmó a la agencia EFE que el respaldo se mantendrá «no solo mediante el acompañamiento técnico y político, sino también promoviendo que se desarrollen de manera inclusiva, pacífica y democrática».
En Nicaragua, el luto nacional por el fallecimiento de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro reabre viejas heridas. La familia de la exmandataria expresó que sus restos descansarán en Costa Rica “hasta que Nicaragua vuelva a ser República, y su legado patriótico pueda ser honrado en un país libre y democrático”. Este mensaje refleja el profundo desencanto con la situación actual del país.
Mientras tanto, Guatemala anunció la creación oficial del Comando Especial Contra Amenazas Transnacionales, una nueva estrategia de seguridad impulsada por el presidente Bernardo Arévalo tras su gira por Taiwán y Japón. La medida busca frenar la violencia en la frontera con México, provocada por disputas entre estructuras del narcotráfico.
En Costa Rica, una visita oficial de cinco funcionarios de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS) a Taiwán encendió las alarmas diplomáticas. La embajada de China en San José reaccionó con dureza, recordando que, desde 2007, Costa Rica adoptó la política de “una sola China” al romper lazos con Taipéi.
Finalmente, Panamá recibió una noticia que podría marcar un hito en su lucha por la transparencia. La Comisión Europea recomendó excluir al país de la lista de territorios con riesgo de blanqueo de capitales. Aún quedan dos etapas por superar para que la decisión sea definitiva, pero representa un paso importante hacia el fortalecimiento institucional.
La región se encuentra en un momento de definiciones clave, donde la democracia, la seguridad y la diplomacia internacional se entrelazan en una agenda común marcada por los contrastes.