Hoy, la Iglesia Católica hondureña comienza, con el Miércoles de Ceniza, el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Durante estos 40 días, a través de la vivencia del ayuno, la oración y la limosna, los fieles se preparan para la Semana Santa, el momento en que la Iglesia se vuelca totalmente a contemplar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.
En la Cuaresma, los fieles son invitados a la conversión personal, es decir, a incrementar sus esfuerzos por transformar la mente y el corazón según Cristo. La Iglesia exhorta a vivir ese espíritu de forma explícita desde el primer día, en la liturgia del Miércoles de Ceniza. El celebrante ha de imprimir con ceniza la señal de la cruz en la frente de cada uno de los fieles, mientras dice: «Conviértete y cree en el Evangelio».
Historia

En los primeros siglos de la Iglesia, los fieles iniciaban la Cuaresma con una penitencia pública realizada el primer día, en el que eran salpicados con cenizas, se vestían con un sayal y estaban obligados a mantenerse alejados hasta que se reconciliaran con Dios durante el Jueves Santo.
Cuando estas prácticas cayeron en desuso entre los siglos VIII y X, se comenzó a colocar las cenizas en la frente o sobre la cabeza de todos los miembros de la congregación.
En tiempos más recientes, la liturgia ordena que el sacerdote celebrante marque la frente de los fieles con la señal de la cruz. Para ello, emplea las cenizas obtenidas al quemar las hojas de olivo y las palmas que fueron usadas el Domingo de Ramos del año anterior.
Celebración en Honduras
El arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher, celebró la misa del Miércoles de Ceniza, en la que instó a los hondureños a
Caminar juntos en la esperanza que no defrauda”.
“Caminemos juntos porque venimos de un mismo amor creador. Recuerda que eres polvo, y porque creemos en el mismo Evangelio, que es la buena noticia de Jesucristo, sería contradictorio y una pérdida de tiempo caminar solos”, dijo Nácher en una concurrida misa en la catedral de Tegucigalpa.
Agregó que el Evangelio del Miércoles de Ceniza evoca la “sana interioridad y la auténtica exterioridad con la que debemos vivir el ayuno, la oración y la limosna”.