A propósito de que esta semana el Gobierno hondureño dio marcha atrás la denuncia del tratado de extradición, el narcovideo del cuñado de la presidenta, Carlos Zelaya, probablemente la principal razón para poner en riesgo el acuerdo, no parece haber provocado la conmoción que pudo o debió tener sobre el partido Libertad y Refundación (Libre) y el Gobierno de Xiomara Castro.
En muchos países del mundo, el video donde aparece el hermano del expresidente Manuel Zelaya, negociando en 2013 sobornos electorales con los mayores capos del país, podría haber hundido al Gobierno, a su partido político, a su corriente (M-28 de Junio), a la familia presidencial o al menos, su carrera. Pero en Honduras, eso no ha sucedido.
De todos los narcovideos que trascendieron en la última década, el de Carlos Zelaya es sin duda el más revelador. Una prueba visual de más de media hora de duración que complace cualquier curiosidad: el origen y el presunto destino del soborno, así como la identidad de sus protagonistas.
Directamente, el video implicó a Carlos Zelaya, en ese momento secretario del Congreso Nacional; a Adán Fúnez, actual alcalde de Tocoa; y al exdiputado suplente de Manuel Zelaya, Carlos Muñoz (quien era funcionario del consulado hondureño en Miami), todos ellos presentes en la reunión con los narcotraficantes.
Indirectamente, Carlos Zelaya comprometió a su hermano, al acuñar la bochornosa frase de «la mitad va para el comandante», aduciendo que 325 mil dólares del soborno se le entregarían al expresidente, a cambio de protección para los traficantes. En el video, Devis Rivera, líder del cartel de los Cachiros, también mencionó un soborno anterior realizado a la campaña de Manuel Zelaya.
Además, en declaraciones ante la Fiscalía, Carlón implicó al jefe de bancada de Libre, Rafael Sarmiento, señalado como el promotor del encuentro con los capos. «Carlos Zelaya debe estar confundido», respondió el diputado por Olancho.
Recapitulando la magnitud de los hechos, sobre todo en un país donde el tráfico y la venta de drogas es la principal causa de las muertes violentas, resta esperar si el video afectará al Partido Libre en las próximas elecciones. Sin embargo, después de siete meses, la ciudadanía, desde hace muchos años acostumbrada a escándalos de esta índole, parece haber engavetado su indignación.
Mientras la oposición partidista, en su mayoría, también desprestigiada por sus propios nexos con el narcotráfico y la corrupción, no logró sacar bonos del escándalo, nos preguntamos: ¿qué narrativa implantó el Gobierno y su partido para eludir aquella crisis?
Primero, el imperio ataca. Según la presidenta Castro, el Gobierno de Estados Unidos planeaba un golpe de Estado en su contra y «destruir» los comicios de 2025. Su prueba: un tuit que la embajadora Laura Dogu publicó dos días antes de que Carlos Zelaya aceptara su participación en el encuentro con los capos.
En su publicación, Dogu criticó al entonces ministro de Defensa, hijo de Carlos Zelaya, y al actual jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras, por haber sostenido una reunión el 19 de agosto de 2024 con el secretario de Defensa venezolano, Vladimir Padrino, señalado desde 2018 como narcotraficante por el Departamento de Estado.
Segundo, defendamos nuestra soberanía. Para responder a las «amenazas injerencistas e intervencionistas», el Gobierno denuncia el tratado de extradición como un acto de defensa. En ese caso, nunca en la historia latinoamericana había sido tan sencillo impedir un golpe de Estado de Washington.
Tercero, el imperio contrataca. Según el Gobierno, la publicación del narcovideo en un medio estadounidense fue un ataque orquestado desde Washington por haber actuado de manera tan soberana al denunciar el tratado.
Cuarto, el narcovideo fue una trampa. De acuerdo con el oficialismo, Carlos Zelaya cayó en una trampa del «cachiro» Devis Rivera, presunto informante de la Administración de Control de Drogas (DEA, sigla en inglés) en 2013. Con un video encima era imposible negar la evidencia, pero sí argumentar que el cuñado de la presidente había sido víctima de un engaño injerencista para desprestigiar al partido y a su Gobierno.
Quinto, Carlos Zelaya se redime ante la justicia. Dos días después de la denuncia del tratado, el cuñado de la mandataria, se presentó voluntariamente a declarar ante la Fiscalía, aceptando la reunión con los narcotraficantes. Seguramente confiado que no lo investigarían, Carlón al menos debía desaparecer de la escena pública, dimitiendo de sus cargos como legislador y coordinador del M-28 de Junio. Su hijo también renunció como secretario de Defensa.
Sexto, los demás también negocian con narcotraficantes. En una cadena nacional, la mandataria Xiomara Castro divulgó una lista de 32 miembros del Partido Nacional y del Partido Liberal, supuestamente vinculados al narcotráfico. Con esto normalizaba la problemática e intentaba mover el foco de atención.
Séptimo, fidelidad y lealtad con Libre. Los activistas, militantes y empleados de gobierno, fueron puestos a prueba para medir su disciplina y devoción, instruidos para minimizar el escándalo y demostrar su orgullo de pertenecer al Partido.
Octavo, démosle vuelta a la página. Hace unos días, el fiscal general Johel Zelaya sugirió que el caso se volvía más «un tema político» y que la prueba del video era demasiado vieja para descubrir la verdad, insinuando que no habrá acciones judiciales.
Muchas preguntas buscan respuestas. Si Estados Unidos quería perjudicar al Partido Libre, ¿por qué no filtraría el video antes de las elecciones? ¿Utilizó el Gobierno la declaración de Dogu como excusa para proteger a los hermanos Zelaya? ¿Qué salvaguardas negoció Castro para recular su denuncia del tratado? ¿Qué amenazas recibiría por parte de la administración de Trump?
Mientras tanto, Carlos Zelaya sigue cobrando su salario de legislador, a pesar de que el 17 de septiembre del 2024, el Congreso Nacional aprobó por unanimidad su renuncia. Por su parte, el «comandante» permanece como el líder supremo de un Partido que en las próximas elecciones pondrá a prueba si su maquinaria acuerpada por el Estado supera su propio desgaste. Veremos si el votante aún recuerda el video.
