Desde 2009, el Partido Liberal ha sido una organización tambaleante en las urnas. Tras más de un siglo compartiendo el bipartidismo con el Partido Nacional, los liberales han caído al tercer lugar en el panorama político de Honduras, desplazados por el Partido Libertad y Refundación (Libre).
El éxodo de su base electoral hacia Libre ha sido devastador para los liberales. En apenas dieciséis años, pasaron de un millón de votos obtenidos por el expresidente Manuel Zelaya Rosales en 2005, a las escasas 335 mil marcas logradas por su excandidato presidencial Yani Rosenthal en 2021.
Ante la falta de liderazgo interno, el Partido Liberal optó por abrir sus puertas a caudillos externos. El elegido, Salvador Nasralla, no es precisamente un rostro nuevo. Con catorce años en la arena política, este candidato intenta mantener su imagen de outsider, su discurso anti-clase política, ahora desde un partido tradicional.
Su popularidad es innegable. Sus cincuenta años en los medios de comunicación han sido el trampolín para su carrera política. En las elecciones internas de marzo, obtuvo más votos que Yani Rosenthal en las generales de 2021. Los cuatro precandidatos presidenciales sumaron 645 mil marcas, una cifra que los liberales no alcanzaban desde los comicios de 2013.
Aunque ahora forma parte del partido más antiguo de Honduras, sus seguidores lo siguen percibiendo como una opción al margen del status quo. Para muchos, también encarna esa víctima traicionada por Libre –marginado en el gobierno de Castro– y por el Partido Nacional –acusado de robarle su Partido Anticorrupción (PAC)–. Rodeado de figuras tradicionales como los Rosenthal, Nasralla logró incluir «nuevas caras» para las elecciones generales de noviembre.
Sin embargo, la llegada de Nasralla también profundiza la crisis de identidad de los liberales. Por un lado, está el Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal (CCEPL), liderado por Yani, un exconvicto por blanquear dinero con los Cachiros, quien simboliza el lado «oscuro» y tradicional del partido.
Por otro lado, Nasralla es percibido como el lado «claro» y novedoso, una figura sin un verdadero historial como funcionario. Aunque errático e inestable, para muchos, su falta de escándalos por corrupción o narcotráfico lo convierte en una opción para dirigir el país.
El comunicador busca capitalizar el descontento generalizado con los cuatro años del gobierno de Xiomara Castro y los doce años de los nacionalistas. Desde 2013, llegar a la presidencia ha sido su obsesión. En su búsqueda, ha formado y perdido dos partidos políticos, ha hecho dos alianzas con los Zelaya. Ahora, su estrategia es unirse a un partido tradicional con representación en los órganos electorales y el sistema de justicia, un ingrediente esencial para alcanzar el poder.
Pero, ¿es Nasralla realmente un liberal? «Salvador es incluso más grande que el Partido Liberal», asegura su esposa, la diputada y candidata Iroshka Elvir, la más votada de los liberales en Francisco Morazán. Nasralla, por su parte, intenta conectar con las bases del partido: «Ser anticorrupción es ser liberal, cuando fundé el PAC y el PSH, nunca dejé de ser liberal», argumenta.
Nasralla siempre ha dicho no ser de izquierda ni de derecha, como si estas etiquetas aún mantuvieran grandes diferencias. Su postura centrista ha sido ese disfraz que le ha permitido, en distintos momentos, pasar de admirar a Pinochet a defender el modelo venezolano junto a los Zelaya.
En el partido Liberal, ha vuelto a resurgir el Nasralla más conservador, el que dice estar guiado por Dios, el que «con la bendición del Señor, promete rescatar el país», defendiendo valores tradicionales de familia y sociedad.
Dentro de su particular sincretismo, su propuesta combina un plan de Seguridad estilo Bukele, medidas económicas libertarias inspiradas en Milei, y un acercamiento a Estados Unidos. Promete desmontar las relaciones exteriores del gobierno de Castro con China, Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Si Libre no es, en la práctica, ni de izquierda ni socialista democrático, Nasralla sí podría implementar el modelo que promete. Uno ligado a las iglesias conservadoras, todavía más alejado de los derechos de las mujeres y las minorías, con un Estado más cercano a las empresas privadas, menos chino y más «trumpista».
En 2013, Nasralla capturó los votos que Libre necesitaba para llegar al poder. En 2017 y 2021, aunque nunca lo acepten los Libre, fue clave para que los Zelaya retomaran la presidencia. Ahora, en 2025, aspira por cuarta vez a la Casa Presidencial, asegurando que será su último intento. Pero, como bien lo sabemos, lo que dice hoy podría cambiar mañana.
Retomando la pregunta inicial, todo indica que Nasralla es apenas un huésped en el Partido Liberal. Aunque insiste en que siempre ha sido liberal y el CCEPL parezca no tener otra opción que apoyarlo, el contrato entre ambos parece, a todas luces, temporal.
A nivel general, el Partido Liberal no logró imponerse en ningún departamento del país, siendo superado en la mayoría por las fuerzas tradicionales de Libre y el Partido Nacional. Sin embargo, dentro de su propia contienda interna, Salvador Nasralla se alzó con una victoria contundente frente a su principal rival, Jorge Cálix, ganando en 11 de los 18 departamentos. Entre los territorios donde logró imponerse se encuentran Atlántida, Comayagua, Cortés, Choluteca, El Paraíso, Valle, Francisco Morazán, La Paz, Lempira, Santa Bárbara y Yoro.
Destaca especialmente su desempeño en el departamento de Cortés, donde obtuvo 117,635 votos, una cifra que representa una parte significativa del total que lo catapultó como el vencedor de las primarias liberales. En conjunto, el Partido Liberal contabilizó 656,645 votos válidos, de los cuales 381,062 fueron para Nasralla. Esta ventaja no sólo consolidó su liderazgo dentro de la estructura partidaria, sino que también lo convirtió oficialmente en el candidato presidencial del liberalismo para las elecciones generales de noviembre.
Es evidente que la situación actual del Partido Liberal y de Salvador Nasralla refleja las complejidades y contradicciones que atraviesa esta organización. A pesar de su victoria interna, que le permitió obtener el respaldo necesario para convertirse en el candidato oficial del partido, Nasralla sigue siendo una figura externa, que no logra encajar completamente dentro de los tradicionales esquemas liberales. Su éxito en varios departamentos, especialmente en Cortés, demuestra el apoyo popular que ha logrado, pero también resalta la fragmentación interna del partido, que aún no termina de encontrar una identidad clara. En este contexto, la pregunta sobre si Nasralla es realmente un liberal sigue sin respuesta definitiva. Lo que está claro es que, aunque su liderazgo ha sido crucial para el Partido Liberal en este momento, su permanencia en este espacio político podría ser más transitoria de lo que parece, dependiendo de cómo evolucione su relación con los sectores tradicionales del partido y la dinámica política del país en los próximos meses.