Por: Merlina Gutierrez Blaiotta
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
El ajuste en los bolsillos de la clase media se reflejó una vez más este verano de 2025. Entre enero y marzo, los argentinos históricamente han optado por descansar en la costa atlántica de su país. Ciudades como Mar del Plata, San Bernardo, Monte Hermoso y Villa Gesell figuran entre los destinos más elegidos. Sin embargo, aunque este verano no fue una excepción, las condiciones económicas del país invitaron a vacacionar en el exterior, relegando al turismo nacional a un segundo plano.
Específicamente, la costa bonaerense ha tenido que competir con el turismo exterior, y Brasil se ha convertido en un imán para los argentinos. La decisión de vacacionar en el país vecino no responde al desprecio por el turismo local, sino a una realidad económica evidente. Brasil ha recibido una ola de turistas argentinos debido a precios más bajos, un tipo de cambio favorable y menores cargas impositivas en comparación con Argentina. Además, la devaluación que atraviesa Brasil ha incentivado el consumo en sus shoppings, donde los argentinos buscan productos que, en su país, resultan inaccesibles.
Este «oportunismo inocente» deja al descubierto un fenómeno más preocupante: el declive del consumo interno argentino. Mientras más argentinos viajan al exterior, menos extranjeros visitan el país. Argentina no logra competir con el tipo de cambio de sus socios comerciales como Brasil, Uruguay y Chile, y la inflación interna hace que vacacionar localmente sea menos atractivo.
A pesar de ello, una gran cantidad de argentinos se hospedaron en las playas bonaerenses o en destinos como Córdoba, famosa por sus ríos, y el sur del país. Sin embargo, los hábitos de consumo han cambiado. El gasto en productos locales, como los famosos “churros”, ha disminuido drásticamente. Restaurantes que ofrecen delicias del mar a precios elevados se ven vacíos, mientras los turistas pasean por la costa o las peatonales con tuppers de comida preparada en casa.
Este fenómeno ya tiene repercusiones económicas. En un contexto de reservas negativas en el Banco Central de la República Argentina (BCRA), los viajes al exterior y el gasto en moneda extranjera afectan las reservas de dólares del país. Comprar dólares para viajar, realizar transferencias bancarias o adquirir productos en el extranjero agrava la falta de divisas en el mercado local.
En respuesta, el gobierno nacional, liderado por Javier Milei, avanzó con su promesa de expandir el bimonetarismo. El 17 de enero de 2025, se oficializó la exhibición de precios en moneda extranjera en los comercios, una medida instrumentada por resolución de la Secretaría de Comercio y anunciada por el ministro de Economía, Luis Caputo. Esto, junto con la habilitación del pago con tarjeta de débito en dólares, busca aliviar las tensiones de las reservas.
Sin embargo, la medida ha generado controversia. La mayoría de los argentinos no percibe ingresos en dólares, sino en pesos, lo que incrementa las dificultades para el consumo básico. Mientras algunos sectores podrían adaptarse, millones de personas enfrentan el desafío de acceder a productos esenciales, como carne, cuyos precios son cada vez más inaccesibles.
El deterioro del turismo nacional al bimonetarismo, queda en evidencia la falta de incentivos al turismo interno y las políticas que favorecen el gasto en el exterior. Estas decisiones no solo afectan al sector turístico, sino que también presionan a una población cuyo poder adquisitivo está lejos de responder a las nuevas exigencias del mercado.