Casa Grande inicia con un plano estático e inmersivo que muestra la inmensidad de una casa cuyos espacios se van oscureciendo, hasta quedar apenas una luz encendida. Desde esa primera imagen se insinúa la convivencia forzada entre dos clases sociales bien definidas y un protagonista que transita entre ambas, debatiéndose entre la comodidad heredada y el descubrimiento de una realidad ajena.

El filme no presenta a la clase alta con crueldad, pero sí con una mirada crítica: seres llenos de contradicciones que intentan resistirse a los cambios sociales mientras, sin darse cuenta, pierden poder y sentido de la realidad. Esa desconexión es uno de los motores narrativos de la película.

Jean y su encuentro con la realidad social brasileña

Jean, de 17 años, se prepara para ingresar a una universidad de élite, siguiendo por inercia las expectativas de su padre. Es un chico que lo tiene todo: una vida acomodada, una casa-fortaleza con múltiples alarmas, pero un afecto genuino por los trabajadores del hogar más que por su propia familia, compuesta por sus padres y su hermana adolescente.

Aunque no se explicita, la familia atraviesa una crisis económica. El director no se detiene en las causas, sino en las consecuencias: en cómo ese declive afecta las dinámicas del hogar, en especial a Jean. Lo poco que se sugiere apunta al padre, un hombre profundamente clasista que vive los cambios del país desde una burbuja. Su racismo, nunca explícito, se manifiesta en frases sutiles y gestos cotidianos que exponen una discriminación normalizada.

La película es una radiografía de una clase social que se resiste a evolucionar, que se aferra al pasado mientras el país cambia. Un ejemplo claro es la incomodidad que genera en el padre y su entorno la ley de cuotas que busca garantizar el acceso a estudiantes de bajos recursos a las universidades más prestigiosas.

El personaje del padre, aunque en momentos resulta un tanto evidente, encarna bien el miedo disfrazado de superioridad. Esto se evidencia tanto en su encuentro con unos trabajadores a la salida de una discoteca, como en la discusión con Luisa, la novia de Jean, donde revela su verdadero pensamiento sobre la inclusión social.

Casa Grande es una crítica lúcida y, posiblemente, autobiográfica sobre el Brasil contemporáneo, contada desde la mirada de un joven asfixiado por su entorno. Aunque es una producción brasileña, su relato podría situarse perfectamente en Argentina, Chile, Perú o incluso Honduras: en cualquier sociedad donde la desigualdad de clases sigue marcando profundamente la vida cotidiana.

Fellipe Barbosa y su equipo logran un primer largometraje notable. El ritmo es fluido, la fotografía cuidada, las actuaciones convincentes y el guion sólido. Una película que se desliza con elegancia y culmina de manera sutil pero poderosa.

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