En los 12 años de papado de Jorge Mario Bergoglio, la Iglesia Católica vivió cambios trascendentales que redefinieron tanto su estructura interna como la percepción global sobre su papel en el mundo.
Su llamado por la paz, desde una perspectiva progresista, estuvo presente en gran parte de su obra. En su último acto público, este Domingo de Pascua, reafirmó la importancia de centrar esfuerzos en los pueblos más necesitados y en el respeto a la libertad religiosa, pues “allí donde no hay libertad religiosa, o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas, la paz no es posible”.
El 13 de marzo de 2013, Bergoglio asumió el papado tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, tomando el nombre de Francisco.
El nuevo pontífice se enfrentó al desafío de una Iglesia que había perdido relevancia desde hacía varias décadas, tanto en número de feligreses como en influencia en un mundo cada vez más secularizado.
El pontificado del primer papa latinoamericano —y uno de los pocos papas no europeos en la historia de la Iglesia— estuvo marcado por una renovada búsqueda de justicia social, el cuidado del ambiente, la defensa de los derechos humanos y una serie de medidas internas que intentaron revitalizar una institución en declive.
Sus posturas no estuvieron exentas de resistencias por parte de los sectores más conservadores dentro del catolicismo y del mundo político. La huella de Bergoglio será difícil de borrar.
A lo largo de su pontificado, Francisco impulsó una serie de reformas internas que buscaban mejorar la estructura de la Iglesia. En 2022, entró en vigor una nueva constitución apostólica que descentralizó la gestión de la Santa Sede y reorganizó los dicasterios (o ministerios). Esta reforma fue vista como un intento por modernizar la Iglesia y hacerla más accesible a las necesidades del mundo contemporáneo. También renovó el sector financiero del Vaticano, que había estado envuelto en escándalos de corrupción.
Uno de los momentos más emblemáticos de su papado fue la publicación de la encíclica Laudato si’, el 18 de junio de 2015, donde alertó sobre la urgente necesidad de proteger el medio ambiente. En ella, hizo un llamado a las potencias mundiales para que tomaran conciencia de lo que consideró una “ruta suicida” hacia la destrucción ecológica. Este mensaje buscó no solo sensibilizar sobre la crisis climática, sino también convocar a un compromiso global y solidario para combatir el deterioro de la naturaleza.
En el ámbito político internacional, el Papa Francisco hizo historia el 22 de septiembre de 2018 al anunciar un acuerdo con China sobre el nombramiento de obispos, tras años de tensiones y disputas religiosas. Este acuerdo, renovado en 2022, representó un paso hacia la reconciliación entre la Santa Sede y el gobierno comunista chino, abriendo nuevas vías de diálogo y cooperación.
En el contexto del conflicto entre Israel y Palestina, el Papa mostró un apoyo constante al pueblo palestino, estableciendo comunicaciones casi diarias con el párroco de Gaza y condenando las violencias del conflicto. Su empatía por los más necesitados se reflejó en su continuo llamado a la paz, la justicia y la protección de los derechos humanos en zonas de guerra.
Francisco también fue enfático en su condena a los abusos dentro de la Iglesia, asegurando que no había lugar para ellos ni para encubrimientos. En 2024, reconoció que los abusos sexuales a menores eran “la vergüenza y la humillación de la Iglesia”. Ya en 2021, había reformado el Código de Derecho Canónico para endurecer las sanciones a los sacerdotes culpables de abuso.
En cuanto a la inclusión de la población LGBTIQ+ en la Iglesia, reiteró que ser homosexual “no es un delito” y que todos somos “hijos de Dios”, apelando al respeto por la dignidad de cada persona. Sin embargo, también sostuvo que, según la doctrina de la Iglesia Católica, la homosexualidad continúa siendo considerada un pecado.