Contra todo pronóstico, el FC Barcelona ha vuelto a lo más alto del fútbol español. En una temporada marcada por la incertidumbre institucional y el peso de un pasado reciente decepcionante, el club catalán ha conquistado la Liga 2024-25 con autoridad. Lo más sorprendente: lo ha hecho con una plantilla casi idéntica a la del año anterior.
El técnico alemán, que llegó tras la inesperada salida de Xavi Hernández, ha sido el gran protagonista de una transformación radical. En pocos meses, logró levantar a un equipo que parecía sin alma y convertirlo en un bloque sólido, competitivo y voraz. Bajo su dirección, el Barça no solo ha conquistado la Liga, sino también la Copa del Rey y la Supercopa de España, y se quedó a las puertas de la final de Champions.
Flick impuso orden y sentido. Su apuesta por los jóvenes de la cantera fue una bocanada de aire fresco en medio de un contexto donde no había margen para grandes fichajes. Lejos de improvisar, colocó a cada jugador en su posición natural, alejándose de experimentos que habían debilitado al equipo en el pasado. Así, figuras como Gerard Martín, Héctor Fort, Marc Casadó o Marc Bernal encontraron su lugar y respondieron con madurez y rendimiento. Y canteranos ya asentados como Lamine Yamal, Alejandro Balde o Pau Cubarsí dieron un paso adelante, convirtiéndose en pilares.
Pero la revolución fue más allá de los nombres. Flick cambió la forma de defender. En lugar de replegarse, el equipo pasó a presionar arriba, con una línea defensiva adelantada que ha sido casi imposible de romper. Ensayó el fuera de juego hasta convertirlo en arte. Esta estrategia, aunque polémica por el sacrificio de jugadores como Ronald Araújo, permitió redescubrir a futbolistas como Iñigo Martínez y consolidar a Jules Koundé como un lateral de garantías.
La mayor virtud del alemán, sin embargo, ha sido su capacidad para hacer creer al vestuario. Imprimió una identidad de juego, convenció a sus hombres de que la entrega, la intensidad y el orden táctico podían elevar su talento natural. Incluso los casos más difíciles, como Ansu Fati o Ter Stegen, fueron tratados con firmeza y diálogo, sin que los egos individuales minaran el proyecto colectivo.
El reto ahora será aún mayor. El próximo curso pondrá a prueba la continuidad de un estilo que ha demostrado ser efectivo, pero que exigirá constancia, hambre y renovación mental. De momento, Flick ha devuelto al Barça su espíritu competitivo y ganador. Lo que venga después, será otra historia. Pero nadie puede negar que el técnico alemán ha obrado un pequeño milagro en el banquillo culé.