Cuando se estrenó, 2001: Odisea en el espacio fue considerada una película adelantada a su tiempo. Hoy, al revisitar este clásico de Kubrick, no solo apreciamos su maestría cinematográfica, sino también su sorprendente capacidad profética.

Kubrick tenía la ambición de crear un filme de ciencia ficción de proporciones colosales, explorando la existencia de inteligencia extraterrestre, artificial y salvaje, y el impacto que un descubrimiento de tal magnitud tendría en la humanidad. Para ello, se inspiró en la obra de Arthur C. Clarke, especialmente en Childhood’s End y El centinela, esta última base fundamental para el guion. Así, Kubrick logró una de las películas más influyentes de la historia del cine, cambiando para siempre la manera de hacer ciencia ficción.

El monolito y la evolución de la inteligencia

En una de las escenas más icónicas del cine, un grupo de simios encuentra un monolito negro y rectangular. Al tocarlo, experimentan un salto evolutivo en su inteligencia, lo que les permite descubrir el uso de herramientas y armas.

Uno de los simios lanza un hueso al aire en un gesto de triunfo, y con un brillante uso de la elipsis, Kubrick nos transporta cuatro millones de años hacia el futuro, donde una nave espacial surca el espacio en el año 1999.

En esta nave viaja el científico Heywood Floyd, quien, tras una breve escala en la estación espacial Orbiter Hilton, se dirige a la Luna para investigar el hallazgo de un monolito negro similar al que apareció en la Tierra. La escena se desarrolla con una armoniosa coreografía visual acompañada por El Danubio azul.

¿Inteligencia artificial en 1968?

Después de otra elipsis temporal, la historia nos sitúa en el año 2001 a bordo de la nave Discovery 1, que se dirige a Júpiter con una tripulación de cinco astronautas, entre ellos David Bowman y Frank Poole.

La nave cuenta con la avanzada computadora HAL 9000, una inteligencia artificial con capacidades de reconocimiento visual y auditivo, lo que le permite interactuar con la tripulación. Sin embargo, cuando HAL detecta un supuesto fallo en el sistema de comunicación con la Tierra, Bowman y Poole comienzan a sospechar de su comportamiento y deciden desconectarla. HAL, que puede leer los labios, descubre sus intenciones y, en un acto de autoconservación, elimina a varios tripulantes.

Esta escena, adelantada a su tiempo, refleja un temor que hoy es más relevante que nunca: la posibilidad de que la inteligencia artificial se vuelva en contra de los humanos.

Lo que sigue es una experiencia visualmente psicodélica que lleva a Bowman a presenciar la creación del universo y su encuentro con una forma de inteligencia superior.

Un legado que cambió la percepción del espacio

El impacto de 2001: Odisea en el espacio fue tal que en Estados Unidos surgió la teoría conspirativa de que Kubrick había dirigido el alunizaje del Apolo 11. Además, películas como Interestelar de Christopher Nolan beben directamente de su influencia.

Más que una simple película, 2001 es una experiencia sensorial que acerca al espectador a la sensación de un verdadero viaje espacial. Un filme imprescindible para cualquier amante del buen cine y la ciencia ficción.

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