El suicidio sigue siendo una tragedia invisible en Honduras. En lo que va del año, 310 personas han tomado la decisión de acabar con su vida, según cifras oficiales del Sistema Estadístico Policial en Línea (SEPOL), actualizadas hasta el 6 de octubre de 2025.Detrás de cada número hay una historia de dolor, angustia y abandono, que el país continúa sin atender de forma efectiva.
El informe revela que Francisco Morazán lidera los casos con 76 suicidios, seguido de Cortés con 41, Comayagua con 24, Olancho con 23 y Copán con 20. Estas cinco regiones concentran más de la mitad de las muertes reportadas este año. En contraste, los departamentos con menos casos son Islas de la Bahía (2), Gracias a Dios (3) y Colón (4).
Los datos muestran que ningún departamento del país está exento: los 18 registran al menos un caso. La tendencia confirma que el suicidio no distingue edad, género ni condición social, y que el problema se ha expandido tanto en las zonas urbanas como rurales.
Aunque el tema suele pasar desapercibido en la agenda pública, los registros reflejan un crecimiento sostenido en los últimos años. La presión económica, el desempleo, la violencia y la falta de acceso a servicios de salud mental son factores que, según organismos especializados, han incidido en el aumento de casos en todo el país.
La realidad es dura: la salud mental continúa siendo una deuda pendiente del Estado. Honduras carece de suficientes centros de atención psicológica, especialmente en comunidades rurales, y aún persisten los estigmas que impiden a muchas personas buscar ayuda antes de que sea demasiado tarde.
Los números de SEPOL no solo evidencian la magnitud del problema, sino también la urgencia de actuar. Detrás de las estadísticas hay familias que hoy enfrentan el vacío de una pérdida irreparable.
En un país donde el dolor muchas veces se esconde en silencio, el suicidio se ha convertido en una señal de alarma que exige una respuesta inmediata, humana y sostenida.

