Cada año, durante el mes de enero, un viaje de devoción une a miles de hondureños y otros centroamericanos en un destino sagrado: Esquipulas, Guatemala. Este municipio, ubicado en el oriente de Guatemala, es hogar del venerado Santo Cristo Negro, una de las imágenes religiosas más emblemáticas de Centroamérica. La peregrinación, que se celebra entre el 6 y el 15 de enero, es una tradición profundamente arraigada que refleja la fe y la esperanza de miles de personas que recorren grandes distancias para rendir culto y recibir bendiciones.
La devoción al Santo Cristo de Esquipulas comenzó hace más de 400 años, cuando se erigió el templo que alberga la famosa imagen de madera oscura, conocida por sus milagros y poderes divinos. Desde su creación, la festividad en honor al Cristo Negro ha atraído a miles de fieles, convirtiéndose en uno de los eventos religiosos más importantes de la región centroamericana.
Esquipulas se ha ganado el nombre de “la ciudad de la fe” debido a la cantidad de peregrinos que visitan el santuario cada enero, buscando respuestas a sus problemas, sanación de enfermedades o protección para sus seres queridos.Para los hondureños, la peregrinación a Esquipulas tiene un significado muy especial. Año tras año, miles de ellos emprenden el viaje en autobús, automóvil o incluso a pie, superando largas distancias y condiciones difíciles, con la esperanza de recibir un milagro o dar gracias por los favores recibidos. Este viaje es mucho más que un acto religioso: es una expresión de fe profunda, un símbolo de esperanza y una manera de renovar la conexión con la espiritualidad.
Los hondureños ven en el Santo Cristo de Esquipulas una figura que no solo les brinda consuelo en momentos de dolor o incertidumbre, sino que también es un recordatorio de la fuerza que se puede encontrar en la fe colectiva. La peregrinación se convierte en un acto comunitario, donde se fortalecen los lazos entre las familias y las comunidades que comparten la misma devoción.
La festividad de Esquipulas no solo se vive en el ámbito religioso, sino que también es una celebración cultural vibrante. Durante los días de la peregrinación, el templo se llena de personas que participan en misas, procesiones y rituales de oración, mientras los alrededores del santuario se convierten en un mercado de productos típicos, artesanías y recuerdos. Los visitantes disfrutan de la música, la gastronomía y las costumbres locales, lo que hace de esta experiencia una ocasión única que va más allá de lo religioso.
Cada año, el municipio de Esquipulas se convierte en un punto de encuentro para los centroamericanos. Personas de diferentes países, especialmente de Honduras, comparten no solo su fe, sino también su cultura, creando un ambiente de unión y hermandad. Para los hondureños, asistir a Esquipulas es una oportunidad para renovar su fe y fortalecer el sentido de comunidad que caracteriza a la región.