Las elecciones generales en Honduras provocaron una sacudida que redefine por completo el rostro del Congreso Nacional. El electorado no solo redistribuyó las fuerzas políticas, sino que también desplazó a figuras históricas que durante años dominaron el escenario legislativo, abriendo paso a una generación de diputados que llega sin el peso de los viejos caudillismos.
Los datos preliminares del Consejo Nacional Electoral muestran un nuevo balance de poder: el Partido Nacional encabeza la representación parlamentaria con 50 curules, seguido por el Partido Liberal con 40 y Libre con 34. El Partido Innovación y Unidad y la Democracia Cristiana obtienen dos escaños cada uno, completando así las 128 diputaciones.
El contraste con las elecciones generales de 2021 es marcado. Libre, que en aquel proceso obtuvo 50 curules y se convirtió en la primera fuerza del país, cae ahora a 34, un descenso de 16. El Partido Liberal experimenta un ascenso significativo al pasar de 22 a 40 diputados, mientras que el Partido Nacional también crece, de 44 a 50, consolidándose como la bancada mayoritaria para el período 2026–2030.
Este reacomodo numérico viene acompañado de la salida de figuras claves. Uno de los nombres más emblemáticos es el de Luis Redondo, presidente del Congreso Nacional, quien no logró obtener un nuevo período. Su salida representa una ruptura contundente con uno de los liderazgos institucionales más visibles de los últimos años.
Libre también experimenta un golpe interno. Diputados reconocidos como Jari Dixon Herrera, Eliud Girón y Juan Barahona quedaron fuera, reflejo de un electorado que aplicó un voto de castigo transversal, independientemente de la posición partidaria. En varios departamentos cayeron operadores tradicionales con múltiples períodos consecutivos, especialmente en zonas como El Paraíso, Valle, Yoro y Cortés.
A la par de esta caída de caudillos, emergen nuevos perfiles que marcarán un Congreso distinto. En Francisco Morazán, por ejemplo, figuran los rostros de Rashid Mejía y Saraí Espinal, del Partido Liberal, parte de una tendencia en la que el votante decidió apostar por propuestas nuevas y desligadas de estructuras tradicionales.
Con este resultado, el Congreso que se instalará tras las elecciones generales presenta una recomposición que combina la salida de pesos pesados con la llegada de figuras sin pasado legislativo. El desafío inmediato será construir gobernabilidad en un hemiciclo fragmentado y con mayoría de debutantes, mientras el país observa cómo la caída de viejos caudillos abre paso a una etapa política donde los nombres nuevos deberán demostrar si representan un cambio real o solo un relevo en la superficie.
