El tiempo, como la vida, es efímero. Todo pasa, nada es para siempre. La película documental El agente topo nos hace recordar el paso del tiempo y el cuidado que les debemos a nuestros mayores.
Sinopsis

Un anciano casi nonagenario se presenta como aspirante para trabajar como espía, con una misión clara: recabar datos sobre el trato que recibe una mujer en una residencia de mayores.
Este original producto, que aspiró al Óscar como mejor documental —pero que tiene sobre sus hombros horas y horas de rodaje y guion— ha sido una de las mejores películas hechas en Chile.
Sensiblemente elaborada, combina la ficción narrativa con el estilo documental. Nos cuenta la historia de un detective insólito que tiene a su cargo investigar, como agente encubierto, el pasar cotidiano de los días en un asilo para ancianos. Su misión: esclarecer el misterio sobre si una de las internas recibe maltratos por parte del personal, como ella denuncia.
Nuestro protagonista tiene más de ochenta años, usa trajecitos que cubren un cuerpo esmirriado, en declive y arrugado; débil por momentos, pero sólido para contener un espíritu vigoroso. No es un agente certificado, no pertenece a la CIA ni al FBI. Es un hombre viudo que asume con entero compromiso esta aventura con la finalidad de sentirse útil y mantenerse ocupado, sentirse relevante y salir de la áspera soledad frente a la muerte.
El agente topo nos obliga a mirar, a través de una lupa detectivesca, una realidad que en muchos sectores se ha convenido en ignorar: la realidad de la desvalorización del adulto mayor; del adulto jubilado; de la mujer que ha perdido su capacidad reproductiva; de aquellos hombres y mujeres que han sido relegados por el sistema en tanto han perdido su facultad de producir; de aquellos que han sido despojados —frente a los ojos de una sociedad consumista— de “su utilidad”; de ese adulto mayor que, en muchos contextos, ha sido desechado, olvidado y depositado “en algún lugar”.
El gran acierto de Maite Alberdi (directora) es doble, o cuádruple: de tema o enfoque, y de formato o género. En cuanto al formato, la cineasta chilena juega a la vez con las piezas del documental y del thriller de espías.

Los personajes rompen la cuarta pared, hablan al público e incluso se muestran las cámaras y los micrófonos en fragmentos claramente guionizados. Y eso mientras Alberdi sigue a pies juntillas las reglas del género: la investigación, los artefactos del detective, el miedo a ser descubierto. Todo ello, en clave de comedia. Y una comedia que, al tratarse de ancianos enfrentados a complicados artilugios, proporciona deliciosos momentos de humor.
Alberdi aprovecha para meter una daga en forma de crítica hasta el corazón de nuestra sociedad del like y el postureo: una sociedad capaz de contratar a un detective para denunciar el supuesto maltrato a los ancianos, sin darse cuenta de que quizás el primer maltrato es el que reciben cuando sus familiares no los visitan.
La película acierta al señalar lo que nos perdemos al descuidar a nuestros mayores.
El agente topo nos lleva a hurgar en las historias personales de varios de los ancianos que han encontrado en ese lugar de acogida un hogar, conformado por mujeres en un porcentaje superlativo. Y es que, frente a estas escenas, uno queda sensibilizado, aturdido e impactado por ese (bien recibido) jalón de orejas ante la ceguera que socialmente se ha interpuesto y que impide mirar a estos sujetos, y no como objetos.