Desierto inicia con un plano abierto: el abrasador sol emerge lentamente sobre el horizonte del desierto de Sonora, mientras el título aparece como un espejismo, sumergiendo al espectador en una inmensidad que pronto se volverá aterradora y, por momentos, claustrofóbica.
Bajo ese inmenso escenario, aparece un pequeño pero esencial elemento del filme: una desvencijada camioneta que avanza lentamente hasta que se descompone. En su interior viajan 14 migrantes y 2 «coyotes» que intentan cruzar ilegalmente la frontera hacia Estados Unidos. Al constatar que el vehículo no puede repararse, se ven obligados a continuar a pie durante varios días para intentar alcanzar su destino.
Entre los migrantes destacan Moisés (Gael García Bernal), un mexicano que busca reunirse con su familia, y Adela (Alondra Hidalgo), una joven que migra por decisión de sus padres con la esperanza de un futuro mejor en Estados Unidos.
Giro hacia el terror

La trama da un giro inesperado al presentar a Sam (Jeffrey Dean Morgan), el antagonista. Se trata de un hombre que asesina migrantes por placer y por la adrenalina que le provoca, cazándolos como si fueran animales.
De Sam conocemos poco: es un racista desquiciado que cree que eliminando mexicanos «limpia» su país y recupera su “pureza”. Armado con un rifle de alta precisión, acompañado por su perro Tracker, un feroz pastor alemán, Sam inicia una persecución implacable contra los 16 migrantes que atraviesan el desierto.
Más que un thriller
Jonás Cuarón, hijo del reconocido cineasta Alfonso Cuarón, dirige Desierto inspirándose en la tensión narrativa de Gravity, película cuyo guion escribió junto a su padre. Aquí, el desierto no solo es un escenario, sino un personaje más: inhóspito, cruel e inmenso.
Sam no es simplemente un villano: es una figura rota, que descarga su odio en personas vulnerables. Moisés, por su parte, no es solo un inmigrante indocumentado, sino un padre empático y determinado, cuya humanidad se contrapone constantemente con la brutalidad de su perseguidor.
La persecución es asfixiante, pero hay momentos donde los personajes —tanto víctimas como villano— evolucionan y adquieren profundidad. El mensaje de Cuarón es claro: las personas migrantes merecen empatía. Tienen sueños, sentimientos y temores. A través del lente del rifle, Sam los deshumaniza, pero el director nos invita a verlos como lo que son: personas.
Desierto es una película directa, con un villano despiadado y una atmósfera opresiva. Una pesadilla que se siente más aterradora cuando recordamos que está basada en una de las realidades más dolorosas de nuestro tiempo.